Carnaval: marketing de contenidos, métricas y medición de resultados

El tercer CarnavalRRPP trata de aportar un poco de luz a un tema recurrente cuando se habla de contenidos: ¿cómo medir los resultados de una estrategia de contenidos? Antes que nada, la organización mezcla comunicación y contenidos (aunque ya vimos que no son exactamente iguales) así que en las aportaciones hay indicadores y métricas de todo tipo. Pero yo me centraré en la medición del marketing de contenidos que es lo que me toca directamente (y de lo que ya he hablado otras veces).

En lo que a métricas se refiere, la visión más completa y la que yo suelo recomendar en clase y a mis clientes es la que hace un par de años aportó Jay Baer basada en 4 parámetros:

  • Consumo: páginas vistas, visualizaciones, descargas… según el formato la analítica web es básica
  • Social: compartidos y conversaciones como formas sencillas de medir el engagement
  • Leads: formularios enviados y suscriptores conseguidos como vía de fidelización del contenido
  • Ventas: como típico objetivo de negocio, tanto online como offline, relacionable o no con el contenido

Es una forma muy sencilla pero a la vez útil de medir la evolución del usuario con nuestro contenido: lo mira, le gusta, se engancha… y acaba comprando que es lo que inicialmente se quería lograr.

Las dos primeras están muy relacionadas con el alcance: un vídeo colgado en YouTube tiene muchas visualizaciones por si mismo (optimización) pero también porque se da a conocer en redes sociales (promoción). Las dos segundas también tienen una relación: si alguien deja sus datos de contacto es porque tiene una cierta/gran predisposición a la compra (conversión).

Es la visión de todo ello lo que da sentido al contenido. Ejemplo práctico de medición de una newsletter: comparar números de suscripción > envío > apertura > clicks > visitas > compartidos > conversión. Planteado en preguntas podrían ser: ¿cuántos mensajes (contenidos en varios canales) tengo que publicar para conseguir 1 suscriptor? ¿Cuántos suscriptores necesito para lograr 1 venta? ¿Cuántos mails tengo que enviar para que sea rentable? Y es que, lo miremos como lo miremos, lo que hay que medir es si vale la pena seguir generando contenidos, es decir, la estrategia en general. Una visión individual (aquel tuit que parece que nadie ha visto, ¿sirvió de algo?) algunas veces distorsiona la realidad, es mejor responder viendo el conjunto (¿mis seguidores de Twitter se darían cuenta si hoy no publico algo?).

Entramos entonces en un factor que me interesa especialmente al hablar de medición del marketing de contenidos: la presión entendida como repetición de mensajes corporativos frente a mensajes más, digamos, educativos o informativos, es decir, más orientados al marketing de contenidos. ¿Cuándo nos hacemos pesados por repetir demasiado ‘compra’, ‘mira’, ‘apúntate’, ‘síguenos’…? ¿Cuándo confíamos demasiado en que el usuario lo hará por si solo sin tener que pedírselo constantemente?

Se me ocurren varias métricas para medir el marketing de contenidos desde esta perspectiva:

  • si presionamos mucho, habrá suscripciones pero también muchas bajas que demuestren que la aportación de valor no compensa respecto a los mensajes comerciales que está dispuesto a recibir el usuario.
  • si presionamos poco, habrá seguramente más consumo pero poca conversión, lo que nos alejará de los objetivos de negocio, aunque hayamos conseguido mucho alcance quizá no compense el esfuerzo de generar contenidos.

¿Dónde está el equilibrio? ¿Cuál es el límite de presión que la gente está dispuesta a asumir? Hay algunas estadísticas que intentan contestar de manera general pero cada comunidad es diferente así que lo mejor es probar y seguir el viejo truco de ensayo y error para balancear la presión según más nos convenga en función del estado de nuestro negocio y sus necesidades a lo largo del año.

[Contenidos] ¿Pagarías por leer tu propio contenido?

Hoy quisiera hablarte de una forma ‘muy fácil’ de saber qué tipo de contenido hacer en tu empresa. Siempre hablamos de los objetivos de la empresa, de qué queremos conseguir creando contenidos, de cómo éstos nos pueden ayudar a lograr a conectar con el usuario al que nos dirigimos… Hay muchas formas de plantear la estrategia y hoy quiero enfocarla en base a dos palabras claves en el marketing de contenidos: gratis y gracias.

Agradecer al autor el tiempo que ha dedicado a crear ese contenido es una buena recompensa que lo aleja un poco de la soledad. En este caso, no hablamos de dinero si no de eso que se conoce como una palabra amable o un cumplido y que a cualquier le gusta oír. Al cocinero por su comida o al piloto de avión por su aterrizaje, todos tenemos en nuestro interior un ego que satisfacer de tanto en tanto.

Cuando solo pensamos en conseguir algo de las otras personas (¡que compren de una vez!), nos olvidamos de la cortesía, educación o como quieras llamar a lo que nos obligaban a hacer nuestros padres cuando recibíamos un regalo y que nos recordaban con un ”¿qué se dice?”.

Si los contenidos que publican las empresas son gratuitos, ¿podemos considerarlos como un regalo? ¿Deberíamos darles las gracias de alguna forma? La palabra ‘gracias’ no siempre es necesario que se use, puede ser añadir un enlace a su página o mencionar a la persona que te ha descubierto un contenido si hablamos de curación de contenidos. Para algunos, un ‘Me gusta’ o un favorito en Twitter ya es un agradecimiento (aunque para otros sea un ‘la foto es bonita’ o ‘lo leo luego’).

Esto me lleva a la segunda palabra clave relacionada con el dinero. Hubo un tiempo en el que los bloggers ponían botones para que sus lectores hiciesen una donación para un café y así sufragar costes de servidor (el inicio del micromecenazgo cuando aún no se le llamaba así). Luego se pasaron a la publicidad porque era algo más fácil de conseguir para la mayoría. Y, por último, algunos han/hemos ido a parar al contenido de pago como forma de ofrecer contenido de aún más calidad.

Hay muchas formas de cobrar por el contenido. No siempre es dinero, también puede ser una compra social o dar nuestros datos para una futura comunicación más comercial. Lo que importa en este caso es que hay alguien dispuesto a dar algo por el contenido que hemos creado. Y si ese algo ‘solo’ sea un ‘gracias’, ¿tendría el mismo valor para la empresa? No para todas.

Recapitulando, a la hora de crear contenidos, podemos pensar en qué queremos nosotros conseguir: tráfico, menciones sociales, posicionamiento… pero también podemos pensar en si alguien estaría dispuesto a pagar de alguna forma por lo que estamos dando a nuestra audiencia.

Este podría ser un criterio de calidad: si pagan, es que es bueno, ¿no? Así que al pensar en el equilibrio entre contenido gratuito y de pago, podemos pensar en que si alguien nos da las gracias ya nos damos por pagados o si preferimos sacar un rendimiento diferente.

Originalmente publicado en mi newsletter sobre marketing de contenidos número 171 (18 de noviembre de 2013).

Contenidos que venden en 10 pasos

Como cada verano, este agosto he publicado en mi newsletter un especial que acabo convirtiendo en Guía en 10 pasos. Este año el tema ha sido cómo y dónde encontrar contenidos que ayudan a vender más.

Contenido que vende en 10 pasos

El índice repasa las etapas de una estrategia de contenidos y los pasos que sigue un usuario hasta la compra:

  1. El vendedor: aceptando que hay que vender
  2. El objetivo: vendiendo usando los contenidos como estrategia de marketing
  3. El cliente: comprando gracias a los contenidos
  4. La compra: aplicando el proceso de adquisición a los diferentes canales
  5. Atrayendo la atención del usuario
  6. Interesando con el marketing de contenidos
  7. Reteniendo compradores potenciales
  8. Poniendo en valor el contenido cuidando la distribución
  9. Convirtiendo a clientes
  10. Redactando para la acción

Anteriormente: «Redacción online en 10 pasos«, “Content curation en 10 pasos“, “Marketing de contenidos en 10 pasos” y “El proceso de escribir cualquier cosa en 10 pasos“.

[Contenidos] ¿Qué enemigo tienes en común con tu audiencia?

Hoy quisiera hablarte del enemigo así que te propongo un ejercicio, deja volar tu imaginación por un momento. Eso sí, piensa en el ejercicio como algo corporativo, es decir, que no pienses en tu vida personal si no en tu vertiente profesional.

Estás en un cuadrilátero (no te preocupes, no tendrás que pelear con nadie). Imagínate que en un lado del ring estás tú, vestido para la ocasión y con ganas de enfrentarte a tu oponente. Suena el gong, te levantas, aplaudes con los guantes y vas hacia el centro para empezar el primer asalto. Contesta lo primero que venga a tu cabeza: ¿contra quién luchas? ¿Cuál es el principal obstáculo de tu empresa para prosperar?

Si has pensado en cosas generales como la crisis, vuelve a pensar. Si has pensado en un nombre propio, aunque sea el de tu jefe o algún cliente, vuelve a pensar. Ahora lo más probable es que hayas pensado en alguna empresa o algo relacionado con la competencia. Pues no deberías, ellos no son tu enemigo.

Replanteo la fantasía: estás en un rincón del cuadrilátero y en el rincón delante de ti está tu cliente ideal. Lo reconoces porque ya has trabajado con él o porque lo conoces bien. Suena el gong, te levantas, aplaudes con los guantes y vas hacia el centro para… ¿enfrentarte a tu cliente ideal? Mejor no amoratar la cara de quien va a pagar tus facturas. Entonces, si no luchas contra tu competencia ni contra tu cliente, ¿quién es tu oponente?

La respuesta la puedes encontrar en esta otra situación hipotética. Tu cliente ideal está en un rincón del cuadrilátero, arrinconado por su contrincante. Parece que no tiene escapatoria, le cuesta resistir los golpes de… ¿quién o qué? Contesta lo primero que venga a tu cabeza: ¿quién crees que es el enemigo de tu persona? Perfila la respuesta, ¿crees que lucha contra una empresa o tiene otras preocupaciones para no querer comprar tus productos o contratar tus servicios?

Desde esta perspectiva, tu competencia no es tu enemigo porque tu competencia no es el enemigo de tu persona. Olvídate de ellos y céntrate en encontrar el enemigo común que tienes con tu audiencia y acercarte a ellos para ayudarles a combatir el miedo, para alejar sus preocupaciones.

Has de actuar como el entrenador de tu persona, eres quien le ayuda a conocer la técnica necesaria para derrotar a quien se ponga por delante, para superar obstáculos que le lleven a ganar (a comprarte). Estar a su lado significa que tus contenidos deben ayudar a tu persona a hacerse fuerte frente a ese enemigo.

Sobre esto habla brevemente Brian Clark en el ebook “How to create content that converts”. Lo asocian al storytelling y al viaje del héroe, siendo éste el cliente y la marca su mentor. De esta forma, por un lado, el contenido se centra en el usuario y no en la marca como ocurriría en el primer escenario (cuando pensabas que el enemigo era tu competencia). Y, por otro, el usuario percibe la marca como su héroe porque le ayuda a superar sus problemas vitales.

Originalmente publicado en mi newsletter sobre marketing de contenidos número 164 (30 de septiembre de 2013).

[Contenidos] Relevancia y constancia para el marketing de contenidos

La newsletter de hoy está inspirada en un post y una clase que hice la semana pasada, aunque en el fondo ya empezó a fraguarse hace algunos números cuando hablé de la competencia. Y es que nuestros contenidos dependen de lo que publican los demás y de lo que tu audiencia sepa sobre ti. Te explico los ejemplos.

En el post en cuestión, mencionaba el patrocinio de dos marcas en un programa de televisión. Una de ellas la tenía muy clara porque ya la conocía pero la otra no sabía cuál era hasta que leí la noticia. Y eso que como mínimo hacían referencia a ella una vez en cada programa (aunque sin decir el nombre) y los había visto todos. Así que en el último me he esforzado por identificarla y, efectivamente, en algún plano se puede ver su logo.

Lo pongo como ejemplo de lo ciegos que estamos frente a algunos impactos. Yo sabía quién era la primera marca porque ya la conocía, no necesité ver su logo, solo una sutil referencia. Pero la otra, aunque la conocía y después supe identificarla, no me destacaba tanto. Seguramente, si yo fuese usuaria de esta segunda marca, la hubiese reconocido desde el primer momento porque sus rasgos me sonarían como me pasó con la primera. Pero como no lo era, se tuvieron que esforzar un poco más en hacerme notar su patrocinio.

En la clase en cuestión, un alumno me preguntó una duda muy habitual: ¿cuál es la frecuencia idónea para actualizar Twitter? Le dije que había que mantener vivo el canal con al menos una actualización al día para que los posibles seguidores encontrasen un motivo para hacerlo y los que ya eran followers para quedarse. Le pareció mucho y no es la primera vez que alguien se me queja de eso, así que ya tenía una respuesta preparada.

Para contrarrestar el efecto ‘no tengo tanto que contar’, puse el caso de la televisión: al hacer zapping se saltan ciertos canales. Lo mismo puede pasar en las redes sociales, ¿para qué seguir a una empresa si publica muy poco y cosas poco interesantes? Claro que hay mercado/audiencia para espacios de tarot pero si el canal está en negro (¡ay, la carta de ajuste!) durante todo el día y por la noche solo te da un programa que no te interesa, la próxima vez lo pasarás por alto e irás a los que sí te ofrecen cosas de valor para ti.

Espero que la mezcla de estas dos ideas te haya llevado a concluir, como a mi, que los contenidos tienen que ayudar a mantener viva la huella que dejan las empresas en los usuarios. Si no los vamos impactando regularmente, nuestra marca se diluye: se borra o es substituida por otra.

En el caso de la marca de patrocinio, no les va a servir de nada si yo no reconozco ni la empresa ni sus productos. En el caso de la frecuencia de Twitter, tampoco servirá si es tan baja que no coincide con mi horario o de tan baja calidad que no me interesa. En resumen, tan importante es que seamos regulares como que seamos relevantes y destaquemos convenientemente.

Originalmente publicado en la newsletter Marketing de contenidos, número 146 (27 de mayo de 2013). Suscríbete gratuitamente.

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