Reconectar con criterio

En este último año he pasado por diferentes etapas de desconexión. Por un lado, no entrar a ninguna red social durante varias semanas te deja mucho tiempo libre para canalizar tu energía en lo que importa. En el otro extremo, dedicarles un par de horas al día es una buena forma de evasión. Mi conclusión: todo depende de las fuentes que utilices.

Compruébalo: date un paseo por cualquier red social, ¿echas de menos algo o quizá es que sufres de FOMO? Piénsalo bien y fíjate en que todo se repite. ¿Cuántos comentarios has dejado para conseguir no-sé-cuántos prompts o trucos mágicos que van a sacarte de pobre? ¿Queda algo digno de mención después de «olvidar» todas las repeticiones? Esas son las fuentes que más me interesan, las que sirven de contrapunto, las que no siguen la corriente dominante. Son las menos, pero son las que hacen que las redes sigan mereciendo la pena y las que demuestran que el trabajo de content curation sigue siendo relevante.

La sensación de que durante este año de pausa nada ha cambiado es agridulce. El mundo ha seguido girando, era lo esperado, pero en la misma dirección, lo que me ha decepcionado bastante. Abro mi Feedly y encuentro lo que ya era previsible entonces. Mi Stoopinbox dejó de funcionar hace bastante tiempo y no he echado de menos ninguna newsletter. Y lo mismo en mis redes. Ha habido pocos cambios en cuanto a calidad, pero muchos en cantidad (y yendo a peor, lamento decir).

Así que mi objetivo para las próximas semanas es reconectar con las fuentes que me interesan. Adiós a las redundantes que no me aportan nada nuevo, hola a encontrar voces más interesantes. Basta de acumular, toca depurar. No quiero marcar como leídos los posts de mis fuentes ni repetir lo que ya es sabido por millonésima vez. Quiero recuperar la lectura de valor y volver a ejercer de curator para poder ir más allá de lo evidente.

Si lo logro, te darás cuenta.

Reiniciando

He pasado unos días en Japón rondando los 42º y, como cuando estuve bajo cero en Noruega, he podido desconectar todavía más de lo que llevo el último año. La diferencia esta vez ha sido ver a los llamados salarymen haciendo realidad algunas imágenes de «Metrópolis». Es inevitable pensar en ello paseando por una gran ciudad como Tokio, con edificios altos, trenes a varios niveles y riadas de personas yendo a trabajar vestidas de uniforme y siendo engullidas por estaciones de metro inmensas.

No hablemos de la ropa porque toda es igual: camisa blanca y pantalón oscuro, negro o azul marino. Mejor fijarse en lo que les hace diferentes, aunque solo sea un poquitín: calzado y mochila. Ver esos matices me entretenía en el metro, poco más había que hacer aparte de escuchar el sonido de los ventiladores portátiles o del crujido de las agarraderas de plástico en las curvas. Y ahí, rodeada del silencio de quienes dormitan yendo a trabajar, confirmé que soy feliz con mis bambas lilas y mi mochila verde.

No fue una revelación para gritar eureka, más bien es una conclusión a la que se llega con sosiego y calma y que viene a recuperar a mi yo recién convertida en freelance que construía su marca personal y veía su futuro como un reto superable.

Reconozco que llevo un tiempo tratando de cargarme de energía para asumir el actual. Fracasé y no me hundí más en la negrura, pero subestimé el tiempo que necesitaba para encontrar la ilusión perdida. Fallé porque quise huir, pero ahora veo claro que solo tenía que alejarme de la riada para encontrar un camino paralelo donde la alegría todavía existiese. He estado un año en pausa y cogido perspectiva. Ya sé qué bifurcaciones tomar para llegar a donde yo quiero llegar. Sin prisa, sin uniforme.

Volveré a marcar mi ritmo y seguro no va a ser el mismo que antes, pero sobre todo no será el de otras personas. Será el mío.

Reiniciando en 3, 2, 1…

A río revuelto, ganancia de pescadores

El apagón de ayer me pilló escribiendo en un Word, así que hasta que no tuve que consultar una fuente online no me di cuenta de que no había conexión, y hasta que no miré el móvil no me di cuenta de que no era cosa de mi portátil. Lo cerré para ahorrar batería y fui directa al sofá a leer mientras esperaba a que volviese el servicio. Unos cuantos capítulos más tarde, conseguí un segundo de conexión, lo justo para ver en X que era un susto nacional, así que busqué la radio a pilas y de nuevo a leer, escuchando a ratos las novedades. Horas después, acabé el día sin luz, pero con otro libro terminado.

Al despertar, con la electricidad alimentando de nuevo los aparatitos de la casa, me paseé por las redes y hay quien sigue compartiendo noticias con vocación de servicio (o para desinformar, según en quién te fijes) y quien crea contenidos humorísticos, periodísticos, educativos y, claro, marcas que reaccionan rápido y aprovechan para recordar la importancia de lo analógico o para hacer promo de sus productos que hasta ayer no se consideraban de supervivencia. Hay para todos los gustos: quejas, alegrías, alabanzas y también simples saludos como cuando Twitter conectaba personas.

Entonces, ¿qué tipo de post es este, te estarás preguntando? Pues uno que quiere volver a los orígenes, a explicar lo que pienso como si fuese un diario. Aunque también uno que me confirma mi nueva realidad. Podría haber escrito un post con esos ejemplos que me he encontrado de marcas y sus correspondientes aprendizajes o con ideas para que otras creasen contenidos para demostrar que están cerca de sus clientes. Eso lo hubiese hecho esta misma mañana mi antigua yo, pero ayer, iluminada por un quinqué y con el barrio a oscuras, solo podía pensar en que era el escenario perfecto para una historia de género negro.

Por eso, lo publico ahora, cuando ya casi todo ha vuelto a su cauce y tengo un momento después de poner orden a los asuntos de mis clientes y, además, con un título tan poco SEO. Y es que la situación vivida me lleva a pensar en cierta escena de «Operación Pacífico» (aunque sea una comedia nada negra), y no en conseguir un posicionamiento efímero.

Recuperar el hilo

Cuando paras en mitad de la autopista y te quedas en el arcén, aunque fueses en el carril lento, es difícil volver a incorporarte. Más todavía si lo que quieres es cambiar de sentido. Peor si lo que te gustaría es que el tráfico se detuviese porque te resulta ensordecedor. Quizá ese apartadero que te salvó del naufragio se acabe convirtiendo en tu refugio permanente. Quizá quieras acomodarte, recibir visitas y servir de guía a otras personas cansadas y así crear tu propia área de servicio. Pero si sigues mirando los coches, aunque sea por el rabillo del ojo, acabarás volviendo a subirte a uno.

Yo paré, cerré los ojos y me tapé los oídos. He estado varios meses así, en mi cabaña, sin prestar atención a los coches, recargándome para estar preparada y volver a desafiar al tráfico. Yo no soy la misma y tampoco lo es la autopista, pero siento que es la hora de reincorporarme, poco a poco. No pisaré el acelerador a fondo, más bien al contrario: iré a mi ritmo, sin pensar en la velocidad de los otros carriles. Si yo conduzco, yo decido mi destino y el camino.

Write in public

La primera decisión que he tomado está en el título del post: quiero recuperar el hilo y volver a escribir aquí. En realidad, no he estado parada: he seguido redactando contenidos para mis clientes y recuperando la ficción, pero si no lo cuentas y te expones es como si no pasase. Así que, segunda decisión, voy a recuperar la tarea de contar públicamente lo que escribo. Como no puedo hacerlo desde el punto de vista profesional (la confidencialidad, ya sabes), vuelvo a mi próximo libro. Lleva esperándome meses, podría decirse que siempre ha estado ahí, y es hora de llenarlo de ideas para que otras personas lo lean.

Iré contándolo en mi newsletter y por aquí, con la tranquilidad que me da la hoja en blanco y sin la presión de cumplir el calendario de una editorial. Cuando lo termine, miraré de nuevo la autopista y decidiré si piso el acelerador o vuelvo a parar.

Detenerse hoy para decidir mañana

He estado unos días de vacaciones más allá del círculo polar ártico y vivir la noche polar es lo mejor para conectar con una misma. Oír tu respiración competir con el viento, obligarte a caminar cuando la nieve te llega a las rodillas y embelesarse con el hipnótico baile de las auroras boreales te recuerda la obligación de elegir bien tus prioridades en cualquier espacio-tiempo.

No se deberían tomar decisiones en caliente, hay que detenerse para bajar la temperatura (la tuya y la de tu entorno). No hace falta estar a -8º, pero sí dejar pasar el tiempo que cada persona necesite para volver a tener ilusión y convencerse de que podrá ser feliz de nuevo. Pueden pasar días, semanas o medio año. Hay que tener paciencia. Coger perspectiva no siempre es fácil, pero conviene si se quiere trazar un plan y que esa pausa se convierta en el empujocinto para continuar en el camino.

La inercia suele ser mala compañera de viaje cuando te mantiene por derroteros de los que, pensándolo bien, quieres alejarte. Poner el piloto automático es una solución a corto plazo, pero no puede durar siempre porque no te deja ver tu meta. La tuya, no la de un algoritmo o la que tu entorno te asigne sin preguntarte. Tú has de decidir y priorizar y, si has de detenerte para elegir mejor, hazlo. No es debilidad: el mundo seguirá girando y (casi) nadie se dará cuenta de que te has bajado. El error sería no dejar a un lado lo que te retiene donde no quieres estar porque te hunde en un pozo del que cada vez te costará más salir.

Llevo varios meses dándole vueltas a cómo salir de esa oscuridad. Empecé 2025 con la misma energía con la que terminé 2024, pero siento que mis pilas se empiezan a cargar. Lentamente y sin prisa porque mi pirámide todavía necesita asentarse, voy vislumbrando hacia dónde quiero ir y los pasos que voy a tener que dar para mi personal punto y aparte. Ya te iré contando.

Para ser legal, te aviso de que utilizo cookies en esta web:    leer detalles y configurar preferencias
Privacidad