Los redactores de contenidos no tenemos que ser expertos en todos los temas sobre los que nos pueden pedir que escribamos, lo somos de redactar. Esto asusta a los nuevos que empiezan en la profesión porque les genera dudas sobre su capacidad para escribir para sectores que no se conocen. Pues sí, podemos hacerlo porque sabemos documentarnos para escribir sobre lo que haga falta.
Los que también se asustan son los nuevos clientes que buscan redactores que ya hayan escrito sobre temas de su sector porque así se fían más de que pueda seguir haciéndolo para ellos. Son los que piden muestras de textos y no entienden que les entreguen de temáticas totalmente diferentes. Tienen dudas y desconfían del resultado porque tampoco entienden que no solo casamos palabras.
Una solución para conciliar ambos pensamientos es que el redactor edite, en lugar de escribir. ¿El mundo al revés? Quizá un poco…
Editar como alternativa a redactar
La edición de contenidos consiste en modificar una pieza para ajustarla al estilo corporativo y hacerla más fácil de leer. Así se consigue que:
- Represente mejor a la marca en cuanto a voz y tono, por ejemplo para cambiar o incorporar mensajes clave o expresiones que definen su personalidad.
- Sea más comprensible para la audiencia, por ejemplo organizando mejor las ideas o añadiendo formato que proporcione jerarquía visual.
El editor de contenidos cumple otras funciones, pero el redactor puede asumir la edición, por ejemplo de su propio texto (lo explico en «Marketing de contenidos«) o del que le proporcione el cliente. Esta opción es una alternativa a tener que escribir desde cero porque cambia las tornas en el proceso:
- El cliente escribe o esboza el contenido (como experto que es en el tema).
- El redactor edita el contenido (como experto que es en la redacción y edición).
Estos dos pasos simplifican la tarea del redactor, pero complican la del cliente. Cuando se contrata a un freelance, el cliente precisamente quiere descargarse de preocupaciones así que no siempre la edición le resultará interesante. Sí lo es cuando el cliente tiene muy claro qué quiere contar, pero no tiene la suficiente confianza en hacerlo bien y prefiere que alguien experto lo revise para asegurarse.
La audiencia es la experta
Escribimos para la audiencia y ella es quien importa: el cliente quiere algo de ella y no puede quedar mal ofreciéndole malos contenidos. Así que publica la pieza esperando que le guste, pero muy pocas veces se sabrá si la ha escrito alguien de dentro de la empresa o de fuera. Es más, ¿crees que la gente se fija en quién lo ha escrito? Quiero pensar que sí, que cada vez más miran la firma (o el medio) en el que se publica algo, sobre todo cuando está:
- Bien escrito: puede pasar si cliente o redactor saben lo que hacen.
- Mal escrito: si ni el uno ni el otro tienen claro qué están haciendo.
El resto de contenido será suficiente para la mayoría. Por audiencia experta me refiero a la interesante para el cliente porque tiene un buen nivel de conocimiento aunque no trabaje en ese sector. Sabe detectar cuando una pieza es puro humo, un refrito que no aporta nada. Y valora a quien va más allá y la inspira.
Para escribir pensando en esa audiencia experta y tratar de que el contenido esté siempre bien escrito, se pueden unir fuerzas en un proceso de edición como el que acabamos de ver o confiar en el redactor preparando un buen briefing. Como siempre, el cliente decide.
Organizo, redacto y sugiero contenidos. Freelance.
Escribo en este blog desde 2004. He publicado 16 libros sobre contenidos, medios sociales y marketing. El último (2021) es «Cultura del contenido» y te ayudará a utilizarlos en todos los departamentos de tu empresa.