El titular podría haber sido «Breil escandaliza a la Iglesia» pero habría sido bastante perverso. Aunque si has visto el último anuncio de Breil, entenderás el por qué. De momento no han puesto alguna queja pidiendo que dejen de emitirlo, pero todo se andará…
En el spot, una chica se arrodilla para confesarse y el cura que la escucha empieza a ponerse nervioso. Los planos mezclan el colgante de la chica y su reloj con el sudor del cura y su mirada escandalizada hasta que el cura no soporta más la confesión y sale corriendo. Casi se cae al arrodillarse en otro confesionario, se le nota con ganas de limpiar su alma de lo que acaba de oír. La chica va hacia la salida y mira (me atrevería a decir que con una sonrisa en la boca) hacia donde está el cura confesándose.
¿Qué le ha debido contar al cura? Sólo oímos el principio de la confesión, pero por su cara no es nada bueno. ¡Qué escándalo! La conclusión es clara: las chicas malas llevan Breil.
Esta marca de relojes vuelve de nuevo a jugar con el cielo y el infierno, aunque menos directamente. Su posicionamiento no puede ser más claro y se aleja de la sensualidad de su competencia: el Viceroy de Antonio Banderas, la colección nº9 de Festina que aún colea y la repetición (quizá influida por la de Magnum) del spot de Paz Vega y Francisco Rivera para Paul Versan.
Otro consejo: la próxima vez que conozcas a alguien, fíjate en su reloj (en general yo lo hago). Si es un Breil, el inferno está asegurado. Tu sabrás si alejarte o no.
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