d+m, el blog de Eva Sanagustín

Parece que fue ayer cuando la televisión tuvo edad suficiente para emanciparse de papá Gobierno y crear sus propias cadenas. Y resulta que ya son 15 años desde que la televisión privada empezó a funcionar en nuestro país. La ley que regula la televisión privada es de 1988, pero fue en el 90 cuando surgieron las primeras cadenas: Antena 3 y TeleCinco.

Hay quien tiene en el canal 5 de la tv a Antena 3 porque salió primero (aunque también los hay que tenemos en el 5 a TeleCinco). Y es verdad, la entonces Antena 3 televisión fue la primera cadena privada en España. Y el próximo día 25 cumple 15 años.

Para celebrarlo ha contratado a Javier Mariscal para hacer unas cortinillas muy olímpicas (= muy Mariscal) en las que, con notas del Dúo Dinámico y su «Quince años tiene mi amor», podemos leer «Cumplimos contigo».

¿Antena 3 cumple con nosotros? ¿Respecta la programación, contraprogramando cuando le apetece? ¿No se referirá a que cumple años a nuestro lado, mientras cada vez menos personas ven sus programas?

Este doble sentido de la frase está bien encontrado aunque no me sienta dentro del «contigo».

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¿Qué te hace poner los pelos de punta? ¿Qué te hace sentir escalofríos? Piensa en ello. ¿Quizá el roce de algo suave? Un buen ejemplo sería la carne de gallina que se le pone al ángel del spot de Bacardi cuando le toca ésa demoníaca mujer. Las alas se le erizan. ¿Lo sientes ya?

Ahora imagínate una carretera con unos pocos arbustos con forma de cañas, doblados hacia un lado. Estan tristes, sin vida. Pero pasa un coche y se ponen rectos, tiesos. ¿Quizá por el viento? No, es por la erótica del Seat León.

La carretera siente escalofríos por el contacto con el coche, igual que lo sientes tú por el roce de unos labios suaves. ¡Imagínate esa suavidad dentro de un Seat León! Sin comentarios.

En la anterior campaña se apelaba a la religión. El coche era algo sagrado que se tenía que conservar en una catedral. De la espiritualidad al sexo.

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En lo que llevamos de semana han muerto dos grandes actrices de la época dorada del cine americano: Virginia Mayo y Ruth Warrick. Y más cercanamente Agustín González.

Aunque muchos no sepan quién era Virginia Mayo y su nombre sólo les recuerde cierto mes del año, yo la recuerdo por «El halcón y la fecha». Y aunque para los jóvenes Warrick sólo es el apellido de cierto personaje de la serie «CSI Las Vegas», yo la recuerdo de «Ciudadano Kane».

Personalmente considero estas películas como «clásicas» y de obligado visionado (sobretodo la de Orson Welles, claro). Pero son muy díficiles de ver, tanto en la pequeña como en la gran pantalla. Suerte tenemos de vídeotecas y filmotecas.

En España estas películas son «menores» y sus actores (y profesionales en general) no se merecen más que un breve en la prensa. Por suerte cuidamos un poco más a los actores de aquí. Les dedicamos más espacio en la prensa, una noticia en la tele y, con un poco de suerte, algún programa de homenaje o película. Pero esto sólo cuando se es muy, muy famoso.

Esta semana también ha muerto Agustín González. Y se le ha hecho su homenaje, como es debido. Creo que no se ha programado ninguna película suya. Pero tampoco para Mayo y Warrick.

¿No es éste el mejor momento para programar alguna película con más de 20 años de antigüedad? ¿No es triste que tengamos que apelar a un fallecimiento «importante» para justificar una película «clásica»? La respuesta no es «¡Qué grande es el cine!»

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Ayer se entregaron los Globos de Oro en Estados Unidos. Todo el mundo sabe que estos premios son la antesala de los Oscar. Y por lo tanto, todos quieren estar entre sus nominados y más aún en su lista de ganadores. ¿Por qué? Sencillo: una película que gana un premio (sobretodo un Oscar) vende más entradas, aquí y allí. El respeto y la fama son ganancias colaterales.

¿Y por qué nos interesa ganar fuera de nuestro país? Tampoco es porque se reconozca la calidad de nuestros profesionales. Es porque se venderán más entradas si el premio es extranjero que si se gana aquí.Quien no va a ver cine español es más probable que vea una película española que ha obtenido un Globo de Oro o un Oscar.

Queremos los premios de fuera para atraer a los espectadores de aquí.

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La magia del cine es hacer creer al espectador que lo que ocurre en la pantalla es verdadero. Que sus personajes y acciones o sentimientos existen. Que los lugares son reales y que las historias son posibles.

Su magia también es crear una necesidad de ver la película. Compramos las entradas con antelación y hacemos cola en la primera sesión. Y después de verla, la comentamos al salir de la sala, en los intermedios en la televisión o ponemos «pausa» en el dvd.

En algún sitio he leído que alguien comentó en los orígenes del cine que ¡las hojas de los árboles se movían! Ahí estaba la gran diferencia con la fotografía. La magia del cine (del de entonces) es el movimiento de las imágenes.

Hoy, con su movimiento también nos incita a nosotros a la acción: a comprar entradas, libros, camisetas, bso, dvd, reproducciones… Comprando todo eso recordamos la película, nos la llevamos a casa, la hacemos nuestra.

El cine nos hace proyectar nuestros deseos en la historia, en los personajes. Queremos vivir tu vida, ser ellos. Y para ello compramos.

La magia del cine (de hoy) es la magia del marketing.

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