[Contenidos] Quita lo que sobra, no sufras

¿Qué tienen en común una mudanza y una ruptura? Que hacen aumentar el volumen de la basura. Con más o menos tristeza, nos deshacemos de lo que habíamos guardado como recuerdo, pero ya no nos dice nada. Los mercadillos de segunda mano (incluido Wallapop) están llenos de objetos que formaron parte de la vida de alguien, pero que ya no quiere en ella.

Es muy fácil acumular cosas, incluso digitalmente. También se hace, y mucho, al escribir. Frase tras frase, la página en blanco se va llenando de contenido, bien porque se vuelca todo lo que se piensa o porque un algoritmo dice que hay que llegar a pon-aquí-cualquier-número. Pero, igual que nunca vas a necesitar los libros del instituto, tampoco hace falta que atesores algunas palabras y expresiones que no aportan nada al texto y lo complican.

No digo que escribas poco (eso es difícil y, además, a veces hace falta), pero sí que no te reprimas y temas quitar lo que sobra porque no hace falta extenderse para hacerse entender. Mejor una palabra bien elegida, que mil de relleno.

Revisa lo último que hayas escrito y trata de expresar lo mismo, pero de forma más específica y con convicción. Fíjate en:

  • Adverbios: ya sabes que los terminados en «mente» son un vicio del que quitarse; también los de cantidad (muy, menos, poco, mucho…) son una buena demostración de que sobran; pero los de lugar (cerca, arriba, atrás…) suelen ser necesarios para dar indicaciones; y los de tiempo (hoy, ayer…) pueden querer quitarse para convertir el texto en atemporal.
  • Negaciones: no, no las uses. O evítalas, puestos a servir de ejemplo. No niego (doble negación, ¡venga ya!) que algunas veces hay que incluirlas, pero es probable que haya palabras más adecuadas al contexto (cancelar, rechazar, vaciar, saltar…).
  • Coordinadas y subordinadas: seguro que las recuerdas del cole, cuando tocaba analizarlas. Era divertido, pero ahora hacen la lectura más complicada porque, sorpresa, nadie lee todo lo que escribes. Así que trocea o, mejor aún, reduce la extensión porque lo más probable es que sobre algo.
  • Pasivas: (casi) nunca hacen falta. Convertir las frases en activas resulta mucho más claro y quitará peso al texto.
  • Gerundios: son geniales como recurso literario, pero en textos persuasivos son poco directos, casi condicionales, como «comprando este producto colaborarás con» o «vayan cambiando con el tiempo» en lugar de «colabora con» o «cambian».
  • Repeticiones: la misma palabra repetida en cada línea es casi una ofensa al oficio, pero te aseguro que me ha tocado editar textos de esta calaña. Es fácil que ocurra cuando se reordenan frases entre párrafos, pero cantan si se lee en voz alta.
  • Coletillas y muletillas: quizá hasta te pase como a mí y las cambies cada cierto tiempo cuando te das cuenta de que las tienes. Lo mejor es que alguien te lo advierta, pero también has de poder hacerlo por tu cuenta, por ejemplo grabándote y escuchando a la caza de esas palabritas que, de verdad de la buena, sobran.
  • Extensión: además de reducir el número de palabras, ¿puedes reducir el de letras? Menos caracteres suele hacer más fácil la lectura. Piensa en sinónimos que no modifiquen el significado, como «de esta manera» y «así» o «elimina» y «borra». Un poco de aquí y otro de allí e irás mucho más al grano.

Hay quien a esto lo llamará resumir y un poquito sí lo es porque, al eliminar lo irrelevante, queda lo más importante. También habrá quien diga que esto lo puede hacer un algoritmo y un poquito de razón tendrá porque hay algunas IA que ya lo hacen.

Editar puede ser simplificar, sobre todo cuando hay que dar coherencia a un texto que ha perdido el norte. Llámalo como quieras y confíaselo a alguien de confianza, pero nunca publiques sin haber editado antes. Es menos doloroso que una ruptura y quizá hasta descubras que puedes guardar alguna idea para el nuevo piso, digo, un futuro post.

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