Casi va a hacer un mes del estreno en Sitges de «Children of men» (aún me cuesta decir «Hijos de los hombres») así que poco sentido tiene hacer una crítica de la película, más bien me gustaría hablar del Festival.
Aunque no me resisto a comentar lo interesante de la premisa de la película. Lo habitual es que nuestro futuro sea autodestructivo o esté idealizado, pero siempre hay un «mañana». Aquí el futuro no existe. No se sabe quién será el último en morir pero sí se sabe quién es el último en nacer. ¿Puede haber algo que produzca más desasosiego?
En realidad no importa porque la película acompaña a la esperanza por su viaje entre la incertidumbre. La estructura narrativa es típica (un héroe que recibe ayuda de los secundarios) y no deja demasiado tiempo para conocer a esa sociedad suicida que lo tiñe todo de gris metalizado.
Quería hablar del Festival, de las colas para entrar (en las que debían estar Txapulín y Chico viejo) y de la (incomprensible) no numeración de los asientos, de la comodidad de las butacas del Auditori y del retraso de la sesión, de los aplausos del público a las productoras y de su (mayoritaria) estampida final sin ver los créditos finales…
Pero ahora me parece tan sin sentido como las carreras de motos por Garraf y ya sólo me interesa recordar los 15 minutos de baño de Sol junto al mar en lugar de la hora que estuve de pie esperando para ver una interesante película desde un lamentable lateral.
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